Cuba Nostra: Los secretos de estado de Fidel


Introducción y presentación independiente de:
Carlos Toledolabarca.




Eduardo Mackenzie es un abogado y periodista colombiano-francés residente en París desde hace más de una década y media. Es autor del “Best seller” ”FARC: Fracaso de un terrorismo” (Colección actualidad, Debate, 2007, Bogotá) y de “El enigma IB” (Sobre el caso de Ingrid Betancourt) (Random House Mondadori, 2008, Bogotá).
El ha hecho de su carrera como periodista, escritor, politólogo y hombre de leyes, una herramienta eficaz para la defensa de aquellos que en Colombia han dedicado su vida a preservar la democracia y luchar contra el terrorismo de las FARC.
Mackenzie esta consciente de que el enemigo de nuestras libertades, las FARC extiende sus tentáculos desde Colombia con la ayuda de Hugo Chávez y la oligarquía castrista desde Cuba, y que  se entrelaza con la izquierda latino americana y mundial, con el propósito único de conculcar la libertad de los pueblos, y subyugarlos y ponerlos al servicio de la tiranía izquierdista y sus aliados globales del mundo corporativo.
Entre sus libros,ensayos,y comentarios políticos destacados tenemos este comentario crítico dedicada a dar a conocer  la muerte de Salvador Allende Gossens desde un ángulo diferente. Y se vale  para ello de un libro titulado  "Cuba Nostra, les secrets d’Etat de Fidel Castro" . Este tema ha vuelto a la actualidad en Chile, por causa de que se ha ordenado reabrir el caso del “suicidio de Allende”, aduciéndose para ello, que  existen dudas de la Justicia chilena, y que en aquellos años del Gobierno Militar, esta  no  realizó  un trabajo, independiente, efectivo y correcto. Valga apuntar que de acuerdo a la legislación vigente en Chile este es un caso que ya esta prescrito.

Para nosotros los chilenos, el comentario  de  Eduardo Mackenzie realizada en el 2005, nos permite sumar posibilidades, como que:
Salvador Allende fue asesinado por el agente cubano que estaba encargado de custodiarlo directamente, por órdenes expresas de Castro. Y que ellos simularon el suicidio, tal como lo encontró y constató el doctor Guijón,  doctor integrante del equipo médico del depuesto y suicida ex mandatario. El doctor Guijón escucho un disparó y encontró un cadáver que le pareció el de un suicida, y lo mismo los soldados que llegaron después, y del mismo modo lo constataron  los que hicieron las investigaciones e informes de rigor.  
Con el conocimiento que tenemos de la izquierda y los politicastros de Chile es una historia que no tiene desmentido viniendo de los mismos cubanos, y que encaja plenamente con la situación que se vivía, pero en Chile  están buscando vendernos una versión que perjudique a la Junta Militar.
Por lo mismo ante un antecedente de esta naturaleza, la justicia de la izquierda en Chile puede decir lo que les sea conveniente:

  • ¿Qué chileno podría testificar a favor o en contra de esta historia?
  • ¿Puede la justicia chilena pedir declaraciones al respecto de Fidel Castro, o de los involucrados cubanos?
  • Ni uno  de los integrantes de la guardia “pretoriana” de SAG, los GAP que están vivos, podría y se prestaría para  testificar a favor de una historia como la que los cubanos afirman.  


Somos muchos los que hemos experimentado sufrimientos y desventuras, por causa de las veleidades, las maldades, de la izquierda y la clase política chilena. Y sabemos que estos son capaces de cualquier cosa a fin de alcanzar objetivos que les importan y convienen. Pero tratándose de los izquierdistas esto es más delicado, porque por razones de sus"causas". Sí, son capaces de matarse entre ellos mismos o mandar a enfrentarse con la muerte segura a quienes son un obstáculo. Bien conocida es la historia del Ernesto Guevara, que encontró la muerte en Bolivia después de ser delatado por Regis Debray, izquierdista francés, hoy renegado, y abandonado por Castro por ordenes de la URSS, y rechazado por el PC boliviano..

Entonces ¿Por qué los cubanos no pudieron asesinar y simular,  u obligar a suicidarse a Salvador Allende?

Cuba Nostra: Los secretos de estado de Fidel Castro
“¡Hay que rendirse!”. 
Salvador Allende no se suicidó, ni murió bajo las balas de los militares que lo sacaban del gobierno de Chile el 11 de septiembre de 1973. Durante el asalto contra el palacio de la Moneda, el ex- presidente de Chile fue cobardemente asesinado por uno de los agentes cubanos que estaban encargados de su protección. En medio de los bombardeos de la aviación militar, el pánico se había apoderado de los colaboradores del jefe de Estado socialista y éste, en vista de la desesperada situación, había pedido y obtenido breves ceses de fuego y estaba, al final, decidido a cesar toda resistencia. Según un testigo de los hechos, Allende, muerto de miedo, corría por los pasillos del segundo piso del palacio gritando: “¡Hay que rendirse!”. Antes de que pudiera hacerlo, Patricio de la Guardia, el agente de Fidel Castro encargado directo de la seguridad del mandatario chileno, esperó que éste regresara a su escritorio y le disparó sin más una ráfaga de ametralladora en la cabeza. Enseguida, puso sobre el cuerpo de Allende un fusil para hacer creer que éste había sido ultimado por los atacantes y regresó corriendo al primer piso del edificio en llamas donde lo esperaban los otros cubanos. El grupo abandonó sin mayor tropiezo el palacio de la Moneda y se refugió después en la embajada de Cuba, situada a no mucha  distancia de allí.


Esta versión del fin dramático de Salvador Allende, que contradice las dos anteriores casi oficiales, dadas ya sea por  Fidel Castro (la tesis de la heroica muerte en combate), ya sea por la Junta militar chilena (la del suicidio), emana nada menos que de dos antiguos miembros de organismos secretos cubanos, muy bien informados acerca de ese sangriento episodio y hoy exiliados en Europa. 



Juan Vives y Daniel Alarcón
En un libro que acaba de publicar en París las Ediciones Plon, intitulado Cuba Nostra, les secrets d’Etat de Fidel Castro, Alain Ammar, un periodista especialista en Cuba y América Latina, analiza y confronta las declaraciones que le dieran Juan Vives y Daniel Alarcón Ramírez, dos ex funcionarios de inteligencia cubanos. 

Exilado desde 1979, Juan Vives es un  ex agente secreto de la dictadura y sobrino de Osvaldo Dorticós Torrado, el presidente cubano de opereta que reinó de  1959 a 1976, y que fue “suicidado” en obscuras circunstancias en 1983.  Vives cuenta que en noviembre de 1973, en un bar del hotel Habana Libre,  donde algunos miembros de los órganos de seguridad del Estado solían reunirse  los sábados para beber cerveza e intercambiar de manera informal chismes e informaciones de todo tipo, escuchó del mismo Patricio de la Guardia, jefe de las tropas especiales cubanas presente en la Moneda en el fatídico 11 de septiembre de 1973, esa escalofriante confesión. 

Durante años, Vives no quiso dar a conocer esa información pues, como dice, “era peligroso hacerlo” y porque no había hasta ese momento ningún otro responsable cubano en el exilio que pudiera confirmar el carácter fidedigno de esos hechos. Cuando supo que Daniel Alarcón Ramírez, alias “Benigno”, uno de los tres sobrevivientes de la guerrilla de Ernesto Guevara en Bolivia, se hallaba también exilado en Europa, la idea de dar a conocer esos graves hechos volvió a cobrar fuerza. 

En el libro de Alain Ammar, “Benigno” confirma plenamente la narración de Vives. Ambos conocieron a Salvador Allende y a su familia. Ambos vivieron en Chile durante el gobierno de Allende. Ambos escucharon, en momentos diferentes, la confesión de Patricio de la Guardia a su regreso a  La Habana.
Para Castro el relevo de Allende  era Miguel Henríquez.
El libro de Ammar describe con precisión los últimos meses del gobierno de la Unidad Popular y, sobre todo, muestra el avanzado grado de control directo que Fidel Castro había logrado instalar --mediante sus centenas de espías de la DGI (un servicio cubano de inteligencia), mediante sus operadores y agentes de influencia implantados en Santiago--, sobre el presidente Salvador Allende, sobre sus ministros y hasta sobre sus amigos y colaboradores más íntimos. De hecho, la llamada “vía chilena al socialismo” había sido desviada por el castrismo hasta el punto de que dentro del gobierno de Allende hubo voces que criticaban esa brutal ingerencia. Meses antes de su muerte, Salvador Allende había sido ya “instrumentalizado por Castro”, explica Juan Vives. “Pero Allende no era el hombre que la Habana quería tener en el poder en Santiago. Los que Castro y Piñeiro [brazo derecho de Castro en operaciones de espionaje en Latinoamérica, muerto recientemente en Cuba de un infarto] preparaban para el relevo, a espaldas del mismo presidente Allende, eran Miguel Henríquez, principal dirigente del MIR y Pascal Allende, número dos del MIR, lo mismo que Beatriz Allende, la hija mayor del presidente, quien pertenecía también al MIR”. Beatriz morirá en Cuba en 1974.




 ...“eliminar a Allende si a último momento éste cedía ante el miedo”.
Ese control sobre el jefe de Estado chileno se había agudizado notablemente tras  el primer intento de golpe militar, el 29 de junio de 1973, más conocido como el tancazo. Cuando la Habana supo que los chilenos que rodeaban al presidente estaban asustados, Fidel Castro hizo saber que Allende no podía en ningún caso rendirse ni pedir asilo en una embajada. “Si el debía morir, debía morir como un héroe. Cualquier otra actitud, cobarde y poco valiente, tendría repercusiones graves para la lucha en América latina”, recuerda Juan Vives. Por eso Fidel Castro dio la orden a Patricio de la Guardia de “eliminar a Allende si a último momento éste cedía ante el miedo”.

Poco después de los primeros ataques a la Moneda, Allende mismo había dicho a Patricio de la Guardia que había que pedir el asilo político ante la embajada de Suecia. El mandatario había incluso designado a Augusto Olivares, su  consejero de prensa, para hacerlo. Probablemente por eso Olivares, alias  el perro, fue también ultimado por los cubanos antes de que éstos enfilaran baterías contra el presidente de Chile. “Reclutado por la DGI cubana, Olivares transmitía hasta los pensamientos más mínimos de Allende a Piñeiro, quien, a su vez, informaba a Fidel”, declara  Juan Vives. 

Agustín, fue también “fusilado” por los cubanos
Otro guardaespaldas chileno de Allende, un tal Agustín, fue también “fusilado” por los cubanos en esos momentos dramáticos, según la declaración hecha por “Benigno” al autor del libro. Semanas después del golpe de Estado, Patricio de la Guardia había revelado, en efecto, a “Benigno” el fin de Agustín, hermano de un amigo suyo que vive aún en Cuba, y le había dado otro detalle importante sobre lo ocurrido durante esa trágica mañana en el palacio de la Moneda: antes de ametrallarlo, el agente cubano había atrapado con fuerza a Salvador Allende, quien quería salir del palacio, y lo había sentado en el sillón presidencial gritándole: “¡Un presidente muere en su sitio!”.

La versión del asesinato a quemarropa de Allende no era del todo desconocida. El 12 de septiembre de 1973 varias agencias, entre ellas la AFP,  resumieron en cuatro líneas ese hecho. Publicado al día siguiente por Le Monde el cable decía: “Según fuentes de la derecha chilena, el presidente Allende fue matado por su guardia personal en momentos en que pedía cinco minutos de cese al fuego para rendirse a los militares quienes estaban a punto de entrar al palacio de la Moneda”. Ammar indica que esa hipótesis “fue enterrada inmediatamente” pues ella no le convenía a nadie: “ni a los colaboradores de Allende, ni a la izquierda chilena, ni a sus amigos en el extranjero, ni a los militares ni, sobre todo, a Fidel Castro…”.
 Un documento comprometedor 
La confirmación que esa, hasta hace poco, “hipótesis” acaba de recibir de parte de Juan Vives y Daniel Alarcón Ramírez podría ser reforzada en el futuro por los testimonios de otros funcionarios cubanos silenciados hasta ahora y por documentos que se encuentran fuera de Cuba. En efecto,  en un banco de Panamá reposaría la pieza maestra de este magnicidio.  Según los autores del libro, Patricio de la Guardia, condenado a treinta años de cárcel durante el proceso-farsa contra el general de división Arnaldo Ochoa Sánchez, y hoy en residencia vigilada, habría depositado en el cofre de un banco panameño un documento comprometedor en el que describe, entre otras cosas, el asesinado de Allende por orden de Castro, texto que debería ser revelado en caso de muerte de Patricio de la Guardia.  Fidel Castro, según los autores del libro, habría tomado muy en serio esa amenaza y habría hecho que éste escapara al fusilamiento, a diferencia de Tony, hermano de Patricio, quien junto con el general Ochoa y dos otros funcionarios del ministerio del Interior, fué pasado por las armas el 13 de julio de 1989.

La revelación de lo ocurrido a Salvador Allende no es interesante únicamente para los historiadores de la calamitosa aventura de la Unidad Popular en Chile. Lo es igualmente, y de qué manera, para los nuevos amigos latinoamericanos de Fidel Castro y la "oligarquía castrista", especialmente para el presidente Hugo Chávez de Venezuela. 

Hugo Chávez y los otros, por más jefes de Estado confiables que puedan ser para La Habana, como lo pudo haber sido en su momento, al menos en los papeles, el ex-presidente Allende, podrían estar siendo ahora objeto de idénticos entramados siniestros de control y de dominación física y política directa por parte de los mismos servicios que obraron tan bestialmente contra el presidente de Chile. El libro de Alain Ammar aborda, en sus 425 páginas, muchos otros temas y episodios relacionados con las complicadas y no siempre exitosas operaciones secretas de La Habana en Cuba y en varios países. 

 Original de Eduardo Mackenzie 
Sábado 17 de Septiembre del 2005
(Cortesía de la lista ABAJO CADENAS)
El Opositor

Salvador Allende

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